Bajo un árbol yace
el cuerpo de mi esposa
moribunda.
Atropellada por el éxtasis
de la codicia, conjura
sus últimas oraciones.
Confié en el cuchillo, que
destila verdad y este no
fallo. Atravesó su humanidad
y la locura escarbó los
desechos de este hombre mortal
Me juzgo ante mi propia sombra
Para planificar mí destino
y ella espera, fría, pálida
muerta sobre el fresno que
nos vio nacer como pareja.
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