jueves, 3 de diciembre de 2009

Manifiesto del Desprecio.

Soy un ser grotesco, al ver la imagen reflejada en el espejo sólo pienso en como deshacerla para escapar de la realidad y no ver las cosas como son. Soy un parasito que se come así mismo día tras día.
Lleno una bolsa de esperanzas, pero no arreglo el agujero por donde se escapan. Cada minuto que pasa me cuesta más llenar esa desgraciada bolsa, los hechos me consumen.
La vida es color de cromo cuando se odia y cuando ese sentimiento recae sobre uno mismo, el color se transforma hasta lograr una tonalidad distinta.
No se responder a los halagos por que no los espero, ni creo que los merezca, todo lo que haga estará viciado por la necesidad de aprobación y de esta manera se vera contaminado y nunca será algo noble, revolucionario o digno.
En las risas ajenas encuentro el temor al ridículo, asfixian cada parte de mi cansado corazón, soy débil como una lombriz en las manos de un pescador.
Deje de creer en los milagros cuando inicie mi vida adulta, las horas de encierro facilitaron aquella deserción de la Fe.
Las jerarquías consumen mis palabras, las destrozan y arrojan a la basura. Algo tan hermoso que tarda años en construirse, se desmorona en cuestión de segundos.
Me duelen las piernas al caminar, pero lo que realmente siento es la impotencia de no hacerlo mejor, mi desfigurada forma física aparta a los transeúntes cuya falsa indiferencia se transforman en pensamientos oscuros, viciados por el aire de la superioridad y de la compasión.
Las palabras de amor son sedantes que calman temporalmente la visión sinistra proveniente del lado sin luz del corazón. Son suaves y sabrosos, pero al igual que los chicles de menta, duran muy poco.
Apuñalo mi cerebro con alcohol para anestesiar su dolor, ese que crece ante la muerte de las ideas.
Soy un payaso sin circo y trucos, sólo vasta ver los intentos fallidos para encarnar el personaje. Podría ser el salvador del mundo y aún así la gente se reiría de mí. La paranoia golpea mis lóbulos y produce causas y efectos, la soledad es uno de ellos.
No sirve de nada exponer los restos de humanidad ante los jueces morales, la sentencia es clara y firme. Medicamentos, profesionales y estigma. El estigma social que jamás te permitirá pasar desapercibido, la razón por la que serás distinto y miserable.
Como una rama seca de otoño, desciendo con los primeros vientos de la noche, mis llantos son el crujir que la naturaleza lamenta escuchar.

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