martes, 12 de febrero de 2013

El Rey




Por primera vez en su vida, sintió que tenia el poder, que el mundo podía dejar de girar si él así lo quisiera, no todos los mundos obviamente, el mundo de su vecino o de todos los extraños que pasaban por el centro porteño seguiría igual, pero si cambiaria  uno en particular. Citó a su victima a las catorce horas en un bar, ella no parecía sospechar nada sobre este crimen amoroso.
Así fue, ambos tomaron asiento y charlaron distendidamente sobre el clima, el tráfico, ella se mostraba tan alegre como siempre, no sospechaba del cuchillo que su novio guardaba en su boca, muy afilado, lleno de razones y palabras.
Una vez llegado el silencio, el cerebro del muchacho organizó las palabras, esto tenia que ser veloz, sin sangre ni lagrimas, había muchos testigos, la elección de palabras tenia que ser precisa y calida, cuestión de que la herida cortante cicatrice más rápido.
-Quería verte así hablamos  - dijo serio el muchacho
- Si decime, ¿que paso gordo? – Sonrío la chica
 Las manos del chico comenzaron a danzar en la mesa por el sudor,  las puso en su pantalón en intento secarse. Su boca se destacaba por la ausencia de saliva, ya no se sentía poderoso, comenzó a pensar en el crimen, en la sangre, las lagrimas, en el alma de su pobre novia.
– ¿Estas bien? – insistió la novia ya un poco incomoda por el silencio.
 En ese momento de debilidad recordó que debía ser rey para poder matar sin tapujos, debía despojarse de toda condición mortal y creerse descendiente de una divinidad para finalmente quitar de su mundo a esta bella humana.
– Si, y esto es difícil de decir, pero creo que es lo mejor
– Dale decime gor – contestó secamente la chica.
– Creo que no da para más la relación, ya no me siento cómodo y creo que ya no puedo darte nada de mí.
Estas palabras llenaron de aire el pecho del muchacho, ya convertido en rey, elevó su tono de voz y repitió con sinónimos una y otra vez esta frase durante unos minutos ante la atenta mirada de lo que hoy seria su ex novia. El asesinato estaba completo en su mente, no parecía haber sangre, la chica solo lo miraba como siempre, no notaba cambios, lejos estaba de cambiar de color, su boca, su pelo, todo se hallaba en paz.
El mozo cortó el silencio sirviendo los cafés. El muchacho se sintió incomodo por la tardanza, pues ya ella estaba muerta, ¿para que tomar un café?
– y va a ser lo mejor – dijo Ella – Hace rato que no siento lo mismo, pero no sabia como decírtelo.
– ¿Que? – dijo asombrado el chico
– Si, hace rato que no me siento bien, lo que pasa es que vos sos tan bueno. no sabia como decírtelo.
El cielo se nublo, un mozo trastabillo y rompió una taza y de pronto el homicidio que el rey había preparado se transformó en suicidio, ya no poseía el poder, su pecho se agitó ante la desesperación, ahora no quería perderla porque sabia que se estaba perdiendo asi mismo por el orgullo de haberse sentido rey, pero ya no podía volver atrás, vio en su pecho el cuchillo que había llevado, lo tenia clavado en el estomago, sangraba, sangraba mucho. Comprendió que esta historia el terminaría siendo el muerto y  su novia la asesina inesperada, tan sonriente, tan hermosa, tan buena. Ya no había marcha atrás, desangrado, atinó a pagar el café, quizo despedirla con un beso en la boca y ella terminó por rematarlo con un beso en la mejilla.
Así concluye la historia del rey suicida.

Federico Rollini 13/02/2013

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