Y un día la culpa logró su cometido, sentarme ante el gran
tribunal de lo cotidiano y juzgarme por
mis actos. Presentó una cartera con los mejores recuerdos de mi vida, me
denunció por mi presente y por matar mi futuro. Me declaré inocente ante tal
homicidio y propuse a la esperanza como mi único testigo. El juicio siguió y
las declaraciones de la esperanza se volvieron endebles. el tribunal me
encontró culpable y en la prisión de la soledad compadezco, mientras la culpa
me observa desde el otro lado de los barrotes.
Federico Rollini 28/05/2013
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