La botella dejó su vida en un pequeño vaso, el elixir etílico murió con estilo, empapando los labios de Caleb, un triste y patético River – Huracán de fondo, quiebra la paz de su soledad y trae a su mente el doloroso recuerdo de la última vez que intento amar. Recuerda el campeonato pasado, cuando todo estaba bien y ahora ve su imagen solitaria en el cristal del vaso. Por momentos, piensa y agradece su situación actual, no le desagrada ser borracho, ignorado o marginado, el silencio resulta ser la mejor dama de compañía, pero cuando la soledad sale a bailar y agita su cuerpo seduciendo el futuro, se ve solo, desamparado y sin sendero por recorrer.
El comienzo de la semana se acerca y Caleb ya no puede planificar una agenda, la bebida le quitó esa facultad, hace siete días que no esta sobrio y la realidad ya no es la misma, las emociones son tambaleantes y fuertes, van y vienen como el dinero en las manos de los consumidores. Los relatores del partido, comentan y juegan con la atención de nuestro individuo, venden sus visiones y pisotean a las demás. Goles por todos lados y un hombre solitario observa inquieto las redes moverse.
Tomó su abrigo y se alejó del oscuro cuarto, cruzó los pasillos de la residencia que lo alojaban en el centro de la ciudad y pateó las calles sin destino. Sus pasos no son firmes, su alma maneja un cuerpo sin volante. Distraído por la vida, la sorpresa invadió su cuerpo, cuando un inmenso colectivo lo salpicó al pasar cerca del cordón de la vereda que yacía inundado por lluvias pasadas. Su rostro furioso contempló el móvil y allí diviso una rubia cabellera, unos ojos azules y una nariz lampiña, era ella.

“soy fácilmente reemplazable”, se dijo para así mismo. Sus ojos cristalinos, buscaron el cemento algo de compasión, pero fue inútil, camino hasta encontrar un supermercado y allí compró algo de vodka barato, de color gris como su vida misma. Subió las escaleras de la residencia y entró violentamente a su cuarto, dejo sus cosas y bebió parado un trago, vio por la ventana la vida pasar y las preguntas brillaban huérfanas de respuestas.Su cuarto no quedaba lo suficientemente lejos del piso.
Federico Rollini 20/02/11