domingo, 21 de noviembre de 2010

Aunque suenen las botas

El sonido de las botas,
nos aísla el uno del otro,
pero el silencio llega y
trae la paz.
Es difícil creer en el cielo, cuando
su mejor ángel esta en la tierra, acostada
a mi lado, sin alas, ni voz.
Anestesiado, mis ojos duermen
en su cuerpo desnudo y las manos
descansan sobre las cicatrices que supimos
conseguir.
Nuestras espaldas marcadas por los
torturas de otros suturan lentamente
y los labios vuelven a encontrase
tras perderse en el laberinto
del odio.
Ella sonríe y me dice “adiós amor” y
yo digo “hasta pronto”.
Ahora los cuerpos descansan bajo tierra
y los recuerdos vagan sin rumbo,
sobreviviendo primaveras y otoños.

Podrán destruir el cuerpo, pero la
memoria viajara con el viento
y los corazones jóvenes
brillaran en la tempestad,
contando nuestra historia.