hacer que siga girando el mundo
parecer un amistoso conejo o incluso
imitar gentil hombre,
pero cuando el Santo elige el traje de Diablo
recién ahí se entera de lo grande
que le va a quedar.
Para ser diablo hay que ser
bienaventurado en la culpa
usarla como nafta para andar
y como fuego para prender.
Aunque el santo se vista de diablo
a la larga le salta la chapa
que por diablo pecó
y por santo pagó y
la culpa es más larga.
Solo el santo sabe de
cicatrices, más que
el diablo
que sabe de risas y placer.
Todos en la vida buscamos
ser diablo, pero solo los mejores
llegan.
Los demás contemplamos
con cariño la culpa
y sus inscripciones en los cuerpos.
Federico Rollini 29/12/2014